
Desgaste y productividad no son lo mismo: ¿llegó la hora de una revolución laboral?
El trabajo debe ser productivo y creativo, no desgastante y cotidiano. La productividad NADA tiene que ver con un número fijo de horas, y mucho menos con un determinado lugar (piense en ese jefe enfermo por verlo a usted “ahí”. No importa si su mente está bajo las cobijas de su cama o en una playa paradisíaca, lo que importa es que su cuerpo ocupe un lugar…).
Creo firmemente en todos los beneficios que trae el trabajo en casa o, en su defecto, el control que, como individuos, podemos ejercer sobre nuestro oficio y el tiempo que le dedicamos. Reflexione, sin ir más lejos, sobre el tiempo que le toma desplazarse hasta su lugar de trabajo: ¿no sería ideal invertirlo en usted, en su bienestar, en su intelecto o en el trabajo mismo? ¿No le agradaría contribuir con el medio ambiente y salvar el aire de las emisiones de dióxido de carbono que produce su propia movilidad?, como lo destaca Rutger Bregman en su libro Utopía para realistas (citado en Rubio, 2019).
Entiendo que hay trabajos que requieren el desplazamiento hasta cierto puesto de trabajo y un número de horas obligatorio, pues todo depende del sector económico. Un ejemplo es el de todas las personas que atienden público, y cuyo oficio es solucionar problemas en persona y en tiempo real. Pero hay muchas funciones en este mundo que pueden llevarse a cabo desde cualquier lugar, pues no solo se trata de trabajar en pijama… ¿Por qué no, desde una terraza con vista al mar, en un bonito destino?
El artículo que inspiró esta nota, «Llevamos 100 años con las 40 horas semanales: ¿podríamos trabajar menos?», de Jaime Rubio (2019), dentro de un cada vez más vasto material, expone casos contundentes de cómo la productividad —en las empresas que han abierto su mente a explorar otros modos de hacer las cosas— se ha incrementado debido a la reducción de la jornada laboral: empleados más felices y agradecidos, mayor puntualidad y menor absentismo.
Trabajar por agenda —como he tenido la oportunidad de experimentar en otras compañías— o negociar las tareas y no basar el contrato en horas, como lo explica el fundador de la compañía neozelandesa Perpetual Guardian, es sensato y eficaz: un empleado recibe un sueldo por lo que hace, no por su asistencia.
Seguir haciendo lo que siempre nos ha funcionado, por el simple hecho de que “siempre nos ha funcionado”, es la peor política para el desarrollo. Por eso, aprovecho este 1.º de mayo, Día Internacional del Trabajo, para invitar a las empresas y a los empresarios a pensar cómo mejorar el bienestar de sus trabajadores, pues por ahí comienza el camino al éxito.
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